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Guatemala… ¿Y ahora qué?

Frente a los ojos de diferentes analistas y del mismo pueblo guatemalteco, la administración del presidente Jimmy Morales era una incesante bomba de tiempo, que a cada segundo exhibía el descontento de una gran porción de la sociedad ante un presidente que tenía más de carismático que de ejecutivo.

El quebrantamiento de la relación con la CICIG dejó expuesto a Jimmy Morales y su insolvencia para consensuar con las diversas instituciones y medir el poder que giraba en sus manos. Estas acciones fueron recibidas de manera distinta en el seno de una sociedad desencantada a niveles generales.

Hacia el final, Jimmy Morales será recordado como el presidente que le dio la espalda a la lucha contra la corrupción y se vio superado ante un escenario político y social cada vez más complejo en el que no pudo desenvolverse. Falta de experiencia o compromiso, dieron por resultado el mantenimiento del viejo status quo.

Con todo esto, la esperanza de un cambio definitivo se diluía en Guatemala, más aún mientras la impunidad y la corrupción no fueran cuestiones de prioridad para cualquier gestión. Y el recelo de la ciudadanía se hizo sentir con una de las pocas herramientas a su alcance.

En el país centroamericano a lo largo del presente año se desarrollaron elecciones presidenciales y legislativas, los comicios se llevaron a cabo los días 16 de junio y el 11 de agosto. Llamó la atención que en ambas jornadas la abstención haya sido la característica sobresaliente en la disputa electoral. Durante las generales, un 38,12% de los guatemaltecos se abstuvieron de concurrir a las urnas, mientras que en la segunda vuelta fue casi del 57%.

Los implacables números cumplieron con eficacia su cometido de enviar un mensaje directo a toda la cúpula política guatemalteca: el electorado no se sintió representado, o cuando menos convencido ante las ofertas de candidatos. Sin embargo, a pesar de la baja participación, hay nuevo presidente en el país, quien asumirá sus funciones en 2020.

Alejandro Giammattei, por VAMOS, ganó la presidencia con el 58%, un equivalente a casi 2 millones de votos; mientras su contrincante, Sandra Torres candidata de Unión Nacional de la Esperanza, sólo obtuvo el 42%. Giammattei no es una figura desconocida en el espectro político, exdirector penitenciario de 63 años, ha intentado acceder a la presidencia en 3 ocasiones desde diferentes plataformas o partidos. Y, aunque la cuarta fue la vencida, el pueblo no parece deslumbrado con su nuevo presidente. Muchos se conforman tan sólo con llamarlo heredero de Morales, porque ven en él a un veterano obsesionado con el poder más que a un funcionario comprometido.

En tanto es pronto para arrojar definiciones sobre su futuro gobierno, no es difícil imaginar una aplicación de gestión conservadora en el aspecto social y liberal en cuanto a materia económica. Anticipándose a su suerte, de derecha y un tanto verborrágico, anunció en campaña que defendería la familia tradicional, lucharía contra la legalización del aborto e insinuó la reactivación de la pena de muerte a modo de combatir la inseguridad. En cuando a la CICIG, al igual que el líder saliente, no parece estar enfocado ni preocupado en temas relacionados.

La sociedad guatemalteca estaba lista para recibir un cambio en sus experiencias políticas, aunque la insatisfacción con sus mandatarios direccionó a los votantes hacia la opción considerada menos mala y, por ende, a aceptar una gestión de similares improntas a la anterior. Ante el panorama, es posible especular que Giammttei no debe el cargo presidencial a su persistencia o empatía, sino probablemente a que Torres no se percibía como una candidata popular. Y las opciones se encontraron agotadas. El desafío principal del poco receptivo mandatario será entonces agudizar su tacto político para lograr captar las demandas de una sociedad que desde ya exhibe bajas expectativas.

Hoy Guatemala parece estrenar gobernantes, pero esto no implica un cambio profundo en materia política e institucional. Hacia el frente, la incertidumbre y la tensión parecen dominar la escena y el cambio de rumbo tan anhelado deberá postergarse indefinidamente. Hacen falta más que nuevos nombres y caras para redefinir las estructuras del poder.

 

Agustina Sosa. Periodista y estudiante de Relaciones Internacionales (UCSE) Miembro de Federalismo y Libertad.