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¿La polarización política brasileña pone en jaque al sistema y los valores democráticos?

El presente de Brasil se ve en una encrucijada frente a la inestabilidad e incertidumbre a causa de la fragmentación política que vive su sistema de partidos. Brasil está en vías de una crisis institucional de grandes proporciones por los casos de corrupción de los gobiernos anteriores, que sentaron las bases para una fragmentación política en el sistema de partidos. Además, hay que tener en cuenta la descoordinación del gobierno liderado por el presidente Jair Bolsonaro al momento de dar forma a la política brasileña.

La desestructuración del sistema político ocurrido desde el impeachment a Dilma Rousseff ha tenido dos consecuencias profundas: el abrupto reemplazo de cargos gubernamentales promovido por Michel Temer y la reorientación de las políticas públicas. En esta última podemos ver que se terminó desarrollando otro tipo de gobierno para el Estado brasileño, con un claro perfil neoliberal del cual ahora es el máximo exponente el actual presidente, Jair Bolsonaro.

Al fragmentamiento político, hay que sumarle la crisis económica que viene paleando Brasil desde el último año y todos los destapes de los casos de corrupción en los que se vieron envueltos los últimos líderes, inclusive miembros cercanos al actual presidente. Odebrecht, Lava Jato, Petrobras, son los casos más relevantes de corrupción en el sistema político y estos mismos llevan a reflexionar sobre la solidez de los pilares democráticos y el poder del pueblo de hacer valer sus derechos fundamentales.

Los casos de corrupción en el gobierno de Lula y Rousseff fueron determinantes en las elecciones presidenciales de 2019, ya que podría decirse que por una “pérdida de fe en los candidatos” o como mecanismo de “voto castigo” los ciudadanos brasileños decidieron cortar con los gobiernos populistas en pos de un progreso para el país, que veían representado en la figura de Bolsonaro. El grueso de la población prefería tener como presidente -según sus propias percepciones- a un hombre que se autocalifica como homófobo, racista y misógino que a “ladrones”. A pesar de esta elección, Brasil aún no ha empezado su marcha hacia el progreso, sino que más bien se ve envuelto en momentos de una aguda crisis que planea instalarse por un buen tiempo.

El Gobierno de Bolsonaro ha acotado sin duda alguna el margen de nuevas fronteras ideológicas, nuevas propuestas, nuevos discursos, incluso actores y perspectivas que resignifiquen y reactiven nuevas convocatorias. Por lo cual, se creó el clima perfecto para que los partidos políticos ahonden sus problemas y busquen el conflicto en el escenario político.

Esta administración es tanto conservadora como reaccionaria, por lo tanto, sus políticas públicas carecen de una correcta diagramación y solo pretenden sortear los problemas de la sociedad a medida que estos aparezcan. Lo podemos notar en la sanción de la flexibilización de la regulación sobre la tenencia y posesión de armas, las medidas negativas para los pueblos originarios, las medidas contrarias a los derechos a la verdad, a la justicia y a reparaciones de las víctimas de delitos contra el derecho internacional, cometidos por el Estado durante el régimen militar, entre otros. Sin duda son medidas que atentan contra los pilares de derechos humanos, que son de suma importancia para la calidad de la democracia. Sobre la base de esto último, el presidente del Partido Opositor de Izquierdas (PSOL) afirmó que “hay un gran malestar en la sociedad brasileña por la ineptitud del Gobierno para presentar salidas concretas a problemas que afligen al pueblo brasileño” concluyendo que la administración de Bolsonaro se dedica a “estimular conflictos y a lanzar ataques a adversarios” en vez de a gobernar.

El caso brasileño debería sin dudas invitar a otros países latinoamericanos que se ven envueltos en situaciones similares a tomar cartas en el asunto y evitar un declive significativo de la calidad democrática para sus ciudadanos y poder recobrar esa idea antigua de la libertad, igualdad y fraternidad.